Texto de Rodrigo Troncoso
La creación de una imagen no solo proviene desde la inspiración, hoy los procesos de la producción de una obra están entrelazados y dialogan con distintas disciplinas de las artes, pasando a desdibujar la línea que las separa.
Es el caso de Raúl Pizarro, quien toma procesos cinematográficos en la producción de su obra, pasando a ser el director de una ficción pictórica, desde una idea o esbozo, escogiendo a sus personajes, tanto protagonistas, antagonistas y secundarios, que vendría a ser un símil del casting, hasta la selección del escenario que contendrá su idea, tomando en cuenta, ambientación, luz, temperatura del color, entre otros factores.
Una vez definido el espacio físico, se despliega la producción y los personajes siguen las indicaciones de la emocionalidad a proyectar, sin un guión preestablecido Raúl Pizarro orquesta una maquinaria que responde más a códigos cinematográficos que a los establecidos en la producción pictórica formal.
Esta forma de producción enriquece la obra dotando al proceso de un espacio reflexivo único, donde se puede rescatar el error, tomar nuevas direcciones, reemplazar personajes o cambiar radicalmente de decisión, permitiendo revisar y rediseñar el mundo alternativo que se nos presenta.
Dicho lo anterior, podemos preguntarnos ¿por qué trasladar está imagen a lo pictórico? y entrar en la disputa anacrónica, entre la pintura realista y la fotografía. Raúl Pizarro parece haber encontrado el equilibrio y una alianza entre ambas disciplinas, al tomar lo mejor de ambas.
La imagen resultante de la producción en la que todos los participantes están presentes, se traslada con el artista a su taller, donde comienza otro proceso en solitario e introspectivo, que se encuadra en lo que entendemos del trabajo de un pintor de caballete.
Es en este momento donde comienzan a aparecer los elementos inesperados o que nos dan las lecturas finales del concepto que contienen las obras, los que guiñan a la sociedad contemporánea de manera aparentemente ingenua, pero cargan a la obra un sentido divergente.